09 diciembre 2009

HOY ES UNO DE ESOS TANTOS DÍAS


Hoy es uno de esos tantos días en los que me siento pequeño.
Un niño al que le llevan de la mano para cruzar la calle cuando el semáforo cambia a verde. Pero sin mano.
Un niño con miedo a la oscuridad al que le dejan una luz encendida para eliminar las sombras que le asustan. Pero sin luz.
Un niño que tiene que alzar la mirada para poder ver a quien le rodea. Pero sin nadie alrededor.
Un niño que se cae en el parque ante la mirada atónita y culpable de una madre irresponsable. Pero sin lágrimas.

Hoy es uno de esos tantos días en los que me siento pequeño. En los que siento que todo aquello que haga es inútil porque es insuficiente. Siempre quiero hacer más. Siempre debo hacer más. Y, normalmente, quiero hacer aquello que no puedo o que no debo. Por mi familia o por mi sentimiento de culpabilidad futuro, pero no debo hacerlo.
Cada vez me siento más incapaz de hacer cosas, con menos fuerzas para afrontar las dificultades, con menos energía para controlar mis impulsos.
Hoy me mueve el estrés, el ansia de querer y no poder, el desánimo, la sinergia,…
Quiero volver a decidir por mí. Dejar de tener responsabilidades, bien elegidas o bien impuestas, para encontrar un espacio para mí. O, por lo menos, para lo que quiero hacer.
El único momento que me guardo para mí es éste. En el que me siento frente al ordenador para escribir. Escribir durante diez minutos o dos horas. Pero ya en la noche, cuando el día ha terminado y debería estar en la cama.
No quiero un ordenador. Hoy quiero una persona de carne y hueso con la que poder hablar, a la que poder abrazar, a la que poder sentir, a la que pueda mirar a los ojos, a la que pueda besar, alguien que pueda contestarme y no sólo reflejar teclas en una pantalla.
¿Pido mucho si pido mi vida como yo la quiero?

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