17 diciembre 2009

CUÁNTAS COSAS PERDEMOS POR MIEDO A PERDER


No supe actuar en el momento oportuno y ahora ya no tiene remedio.
Duele ver cómo desapareces de la vida de otra persona. Aunque sea por ver que las entradas en las que hablaba de ti en el blog ya no están, aunque pase por su nombre en mi lista de teléfonos y me den ganas de darle al botón verde que está justo a la izquierda del que estoy pulsando sabiendo que no me atreveré, aunque la vea conectada y no consiga hablarla porque sé que significaría más dolor. Para los dos.
Porque me mata saber que a ella también la duele. Porque me mata saber que no volveré a verla. Porque sigo pensando en ella.
Sé que no la voy a olvidar. Y me jode. Y me seguirá jodiendo.
Pero, como sé que ya no hay solución por mucho que la busque(mos), quiero zanjar el tema (aunque sé también que no conseguiré zanjarlo hasta que tenga la conciencia tranquila y, para eso, falta mucho tiempo). Quiero seguir con mi vida sin sentirme un gilipollas por haber actuado así. Yo tuve mis fallos. Ella tuvo sus fallos. Todos los tenemos.
Ahora sólo quiero que seas feliz con Juanan. Porque te lo mereces.
Y yo quiero ser feliz. Sin ella, pero con toda la gente maravillosa que me rodea. Porque, aunque no lo merezca, quiero creer que sobra un poco de felicidad para mí...

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