06 enero 2010

LA MAGIA DE LOS NIÑOS

Los reyes magos no son los padres. Son los niños.
Son los reyes porque estos días son en los que ellos se convierten en los dictadores de la casa y se juega a lo que ellos prefieren. Mi hermana pasea en un carrito a su muñeca que habla mientras Noelia hace un puzzle de Hello Kitty y mi hermano está jugando conmigo a las cartas de Gormiti. Diez minutos después, ves a mis hermanas jugando con la casita de Little Pet Shop (y los muñecajos esos que tienen el doble de cabeza que de cuerpo) y a mi hermano, a mi madre y a mí aprendiendo a jugar a Pit.
Y son los magos porque impregnan la casa con una magia que sale de su alegría. Los gritos que te despiertan a las siete de la mañana porque ¡han llegado los reyes!. El sonido del papel de regalo al rasgarse y la sorpresa que viene empaquetada en él. La sonrisa imborrable con la que me van enseñando paquete a paquete los juguetes que, días antes, hemos estado envolviendo. Las meteduras de pata de mi hermano que ya sabe El Secreto y no se controla, o de mi abuela porque ya es mayor y no se da cuenta.
Los reyes magos van más allá de la historia. Ellos llevaron oro, incienso y mirra.
Y estoy en contra del materialismo y de todo lo que tú quieras. Pero los reyes magos llevan dos mil años regalando sonrisas gracias a la inocencia de los niños.
¿Qué es eso de que los reyes magos son los padres? Los reyes magos, sin miedo a equivocarme, son los niños. Los padres sólo son los envoltorios de los regalos que les hacen sonreir.

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