12 mayo 2010

HACE SIETE AÑOS...

"No eches la tristeza del fogón
siéntese aquí a mi lado, vieja,
usted nunca me va a dejar,
perdóneme si la olvidé.
Si anduve de rabia en rabia
saliendo de un muerto entrando
a otro muerto o mundo roto,
sí, así viajé todos estos años.
Arrímese, tristeza,
que me hace tanta furia
y tanto puerto muerto y
necesito viajar, viajar."
"Nota" de Juan Gelman

La poesía ha cogido fuerza estos últimos días.
Con los exámenes, no puedo leer una novela con tranquilidad, no me lo permito.
Pero no me pueden quitar mis poemas. Un poema para antes de dormir, quizá dos. Pero no más. Los poemas deben degustarse, deleitarse con cada palabra, buscar lo que quería decir el autor, identificarlo con tu vida, darte cuenta de que cada verso está escrito con su propia sangre, que cada palabra plasmada no es fácil de elegir, que escribir es abrir el corazón sin reparos para decir lo que se siente.
Descubrí la poesía con un regalo que mi abuela me hizo hace, justo hoy, siete años: "Veinte poemas de amor y una canción desesperada" de Pablo Neruda.
Y, tras él, llegó Bécquer.
Después, me zambullí en ese mundo encontrándome con Benedetti, Whitman, Rubén Darío, Tagore, Pere Gimferrer, Rosalía de Castro,...
Tantos poetas leídos bajo la luz de un flexo, con el libro apoyado en la almohada y el corazón encogido.
Lástima que la poesía esté destinada a un lugar oscuro ya que no tiene cabida en una sociedad como la que tenemos hoy en día.

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