Empiezo reconociendo que suelo esperar una reacción en mis acciones. Pero supongo que es lógico.
Si yo doy un abrazo, espero que me lo correspondan.
Si doy un beso, espero que, por lo menos, me sonrían.
Si miro a alguien, espero que me mire.
Si hablo, espero que me escuchen.
Si mando un mensaje, espero que me contesten o, por lo menos, que asimilen una información.
No todas las acciones tienen reacciones palpables, físicas, empíricas.
No todas las acciones son interacciones. Quizá éstas sí deban tener una reacción física; simplemente, para hacer ver al interlocutor que el mensaje se ha transmitido correctamente.
Llevo un tiempo analizando porqué hago lo que hago, porqué actúo como actúo.
Afirmo que espero que se considere aquello que hago, incluso, quizá, que se valore.
Como llevo diciendo mucho tiempo, nunca se valora lo suficiente lo que los demás hacen por nosotros. No se tiene en cuenta lo que cuesta decir algunas frases, contar ciertos problemas, dar un abrazo en un momento oportuno,...
Damos menos importancia a ciertas acciones que no resultan fáciles para el otro.
El esfuerzo de Aitor de levantarse a las ocho de la mañana para desayunar conmigo, los abrazos de Alma cuando ve que me evado del grupo, el permiso de Marta para dejarme una foto y poder colgarla en mi blog, el "ya te contaré" de Miguel por teléfono, las charlas con Anita mientras el resto está a su bola,...
Quizá sean estupideces, quizá no les cueste ningún esfuerzo. Pero lo hacen. Y son actos hechos fehacientemente hacia mí.
Y espero que ellos sean conscientes de mis reacciones. Espero que mis reacciones se noten.
Últimamente pienso que quizá el mundo no se mueva por acciones, sino por re-acciones.
quizás las acciones no son más que reacciones simplificadas, reacciones a las que han robado su causa y origen, su autentica esencia.
ResponderEliminaruna vez más ante tu blog, mi reacción es sonreír :)