Son los reyes porque estos días son en los que ellos se convierten en los dictadores de la casa y se juega a lo que ellos prefieren. Mi hermana pasea en un carrito a su muñeca que habla mientras Noelia hace un puzzle de Hello Kitty y mi hermano está jugando conmigo a las cartas de Gormiti. Diez minutos después, ves a mis hermanas jugando con la casita de Little Pet Shop (y los muñecajos esos que tienen el doble de cabeza que de cuerpo) y a mi hermano, a mi madre y a mí aprendiendo a jugar a Pit.
Y son los magos porque impregnan la casa con una magia que sale de su alegría. Los gritos que te despiertan a las siete de la mañana porque ¡han llegado los reyes!. El sonido del papel de regalo al rasgarse y la sorpresa que viene empaquetada en él. La sonrisa imborrable con la que me van enseñando paquete a paquete los juguetes que, días antes, hemos estado envolviendo. Las meteduras de pata de mi hermano que ya sabe El Secreto y no se controla, o de mi abuela porque ya es mayor y no se da cuenta.
Los reyes magos van más allá de la historia. Ellos llevaron oro, incienso y mirra.
Y estoy en contra del materialismo y de todo lo que tú quieras. Pero los reyes magos llevan dos mil años regalando sonrisas gracias a la inocencia de los niños.
¿Qué es eso de que los reyes magos son los padres? Los reyes magos, sin miedo a equivocarme, son los niños. Los padres sólo son los envoltorios de los regalos que les hacen sonreir.
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