03 noviembre 2009

MIEDO AL AMOR


Hay ocasiones en las que creo que el amor no existe; otras pienso que todo se basa en el amor. Tengo miedo al amor. Es algo que siempre me ha aterrorizado. Porque si amas a una persona, siempre te expones al dolor, a ser herido. Y cuanto más amas, más probabilidades hay de que la caída sea más fuerte.
Creo que nunca perderé completamente el miedo al amor por una sencilla razón: creo que la gente va a seguir desapareciendo, por regla natural. Es lógico que cuantas más personas aparezcan en tu vida, menos tiempo tienes para dedicarles y alguna debe quedar en el camino. De hecho, he perdido a quien menos se lo merecía. Y, para colmo, no la he perdido, más bien la he echado a patadas. Y no se lo merece. Pero, ¡qué le vamos a hacer! Aunque intente evitarlo, aunque en ocasiones intente esconderlo, aunque no suela hacerlo conscientemente, soy un capullo. Y hago daño a la gente. Las permito entrar en mi vida para luego echarles a patadas porque han llegado muy lejos. Pero sólo es por miedo a que eso ocurra. Y el miedo me hace que sea yo quien lo provoque.
Tengo miedo por Miguel, porque sé que ha sufrido y no quiero ser yo quien le haga sufrir más, no quiero ser un capullo con él, como seguramente, otros lo habrán sido antes que yo. Tengo miedo de ser un capullo sin darme cuenta. Comprendo todos sus miedos, son lógicos. Y más con una persona como yo, que no se esfuerza por la gente; que deja que entre, para luego abandonarla y que se pierda en el laberinto de mi corazón y que, incluso a veces, la busca en el laberinto para echarla a la fuerza y quede maltrecha, a la espera de que otro corazón se abra.
Tengo miedo por Aitor, porque no quiero ser distante con él, no quiero llegar a la conclusión de que sé que va a estar ahí, entonces ¿para qué cuidarle? Quiero seguir esforzándome por ganarme su cariño, por no llegar a ser un perfecto desconocido para él, por estar presente en su vida y que sepa que puede contar conmigo.
Tengo miedo por Marta, porque cuesta mucho sacar un rato en el que los dos podamos coincidir, incluso los fines de semana. Y en realidad no se puede dejar de contar con la gente por el hecho accidental de que no podamos verla. Pero uno se acostumbra a recurrir a quien más cerca está, olvidándose de quien más se lo merece.
Tengo miedo por mi prima, porque no sé lo que la pasa, porque espero que tenga alguien con quien desahogarse, con quien compartir sus penas y sus preocupaciones (que supongo que sí la tiene pero siempre hay cosas que no se pueden contar a ciertas personas).
Tengo miedo por la gente que voy conociendo en la universidad, Alba, Luz, Dani, Patri, Paula, Bea, Álvaro,… porque veo que se están ilusionando demasiado con alguien que no merece tanto la pena, porque soy alguien más del montón, que quizá llame más la atención, pero que no es para nada mejor que el resto de la gente. Porque ahora son el juguete nuevo, y que voy a seguir viendo durante mucho tiempo, lo cual es una garantía, pero no quiero que se conviertan en los juguetes que dejo en un segundo plano porque ya conozco todos sus trucos. Y soy perfectamente consciente de que no todo el mundo puede estar en mi primer plano.
Tengo miedo por Cris y por Vane, porque han depositado mucha confianza en mí, porque se preocupan mucho por mí, y quizá yo no lo haga tanto por ellas. Y no quiero que la balanza llegue al límite en el que las cosas se caigan de los platillos y todo se vaya a la mierda.
Tengo miedo por Tere, Cris, Dani, Yoli…, personas a las que veo muy de vez en cuando pero que sé que bastaría con llamarlas y decirles que si tienen un hueco, para que se dejaran el culo por verme. Sobre todo Tere y Cris, que este fin de semana me han demostrado que no soy alguien más de su grupo, sino que me consideran su “amigo”.
Tengo miedo por Eva y por Carlos, la pareja en la que más veo lo que se puede parecer al amor; porque no me esfuerzo por sacar un rato para verlos, porque me escudo en el “estoy ocupado” y el “no tengo tiempo” para seguir posponiendo un momento que, aunque me apetezca, siempre considero que hay otras cosas que hacer antes.
Tengo miedo por Merche, porque sé que la estoy perdiendo, porque sé que no estoy lo suficientemente pendiente, pero no tengo el valor suficiente para decirle que lo siento, que no merezco la pena, que mejor busque alguien que pueda dedicarle todo el tiempo que su enorme corazón se merece.
Tengo miedo por Adri, Susana, Patri, Ángel, Nacho, que confían mucho en mí, me regalan unas cariocas con forma de rana, que me recuerdan de vez en cuando, y que, en cambio a mí, me cuesta encontrar un hueco en mi agenda para compartirlo con ellos. Y me siento egoísta por “utilizarles” así.
Y yo sé que todos estos miedos vienen por un antiguo miedo. Un miedo ya ilógico porque se cumplió.
Tenía miedo de perder a Helen. Y la he perdido. Y la he dejado que se vaya. Mejor, la he obligado a que se vaya. Y he vuelto a hacer otra herida en su ya bastante malherido corazón. Enorme, pero malherido. Y no la guardo ningún rencor porque sé que ella, sin mí, podrá ser más feliz. Porque yo la avisé. Como aviso a todo el mundo; pero os emperráis en decidir que yo soy una buena persona, en que puedo aportaros algo a vuestra vida. Y, en realidad, todo eso es mentira.
Cada vez soy más y más consciente de que no merezco la pena. Y cada vez tengo más y más miedo de hacerlo otra vez. Por eso no tengo nada que reprochar a nadie. Ni a Helen, que ya sé que se ha ido para no volver (aunque me duela y sepa que me seguirá doliendo). Ni a Miguel, porque sus dudas tienen fundamento. Ni a quien considero mis amigos, porque no se dan cuenta de con quien están tratando.
Quizá sea demasiado melodramático o un poco extremista, pero prefiero poner sobre aviso a quien quiero para que luego no se asusten con el resultado de nuestra amistad.
Y, cada caída, me dolerá más que la anterior. Y, por eso, no me puedo permitir perder a Miguel (mejor dicho, echarle). Porque sé que de esa no me levantaría. Por lo menos, ahora, con Helen tan reciente. Y sé que no me levantaría porque me está costando muchísimo levantarme de esta última caída. Porque sin Aitor, sin Marta y sin Miguel, no habría conseguido levantarme y seguiría comiendo polvo.
Por eso tengo miedo. Porque no quiero echar a nadie más. Porque no quiero hacerle daño a la gente. Porque quiero seguir mereciéndome ese mote que me pusieron ya hace tiempo de “buscador de sonrisas”. Y porque quiero seguir encontrándolas.
Tengo miedo de haceros daño. Por eso os pido, que si creéis que voy a haceros daño, aunque no seáis muy cercanos a mí, si puedo haceros sufrir, por favor, dejadme.
Hacedme sufrir a mí por vuestra pérdida. Porque, siendo egoísta una vez más, será mucho más llevadero para mí y para vosotros que me hagáis daño a mí a que yo os lo haga a vosotros.
Tengo miedo. Mucho miedo. De lo que he escrito y de lo que me he guardado para mí. Pero, de verdad, que estoy aterrorizado de lo que soy. De lo que me estoy convirtiendo.
¿Terminará alguna vez este miedo de hacer daño a la gente que quiero?

1 comentario:

  1. sabes??no tiene nada que ver ser buena persona con echar a ciertas personas de tu vida. tú eres una excelente persona, y no importa que un dia hagas daño a quien sea, lo importante es lo que des hasta que llegue ese momento. Si tú haces que nos ríamos todos en la uni todos los dias aun cuando venimos destrozados por algo, entonces te recordaremos asi, haciendonos felices, y no cometiendo algo que encima sabemos que es un fallo tuyo, del que te arrepientes y consideras un error personal. ademas, siempre va a puntuar a tu favor el que no tengas intención de hacer daño.bsts y no te me deprimas que te pego una paliza, y sbs que los vallekans tenemos mala fama...xdxd TK

    ResponderEliminar