30 noviembre 2009

RECUERDOS DE BACHIMALA

El eco de mi voz se pierde en el horizonte. Grito desde el Bachimala, a 3.177 metros sobre el nivel del mar. El cinturón pirenaico que separa Francia de España tiene otros picos de mayor altitud, pero no se divisan desde aquí. Me olvido de ellos y, hasta donde alcanza mi visión, estoy en la montaña más alta. Otras personas contemplan conmigo este orgasmo visual.
En Madrid, los edificios te ocultan el horizonte para que no seas capaz de mirar más allá, para que te olvides de que hay otras cosas tras las cuatro paredes que te rodean día a día. Aquí es distinto. Aquí no tienes barreras de hormigón. Desde aquí, se pierde la mirada y te embriaga una sensación de insignificancia y poder. Mires donde mires, no hay límite; tus pies son el único obstáculo. Desearía volar, poder abrir mis alas e ir mucho más lejos, allí donde nadie ha llegado nunca. Ya he hecho parte del camino y no ha sido fácil. Por muchas piedras que te hagan caer, siempre hay una mano que te ayuda a levantarte. Pero ahora querría seguir el rumbo de las nubes y acompañarlas donde quiera que vayan. Poder convertirme en un halcón y divisar desde arriba cómo la gente hace su vida. Poder ser ajeno a ella. Poder vivir la mía como quiera y donde quiera. Seguir respirando este aire extraoxigenado con el que cuesta respirar. Volver algún día a subir esta montaña como ya hice una vez…

Mi mente me devuelve a la realidad.
Y Madrid me recibe con el sonido de los coches y de los semáforos que controlan su tránsito.
Y Bachimala vuelve a ser una de las fotos que acumulo en mi ordenador. Ese pico que una vez subí, aunque otros se quedaron en la subida, a su pesar. Ese pico que una vez subí, acompañado de unos cuantos que hacían fuerza de la sed, del calor y del cansancio. Ese pico que una vez subí, con la ayuda de muchos y ayudando a unos pocos. Ese pico que una vez subí, sacando agua del poco hielo glacial que quedaba. Ese pico que una vez subí, cantando y hablando con muchos. Ese pico que una vez subí contigo, Aitor, pisando donde tú pisabas, siguiendo el ritmo que tú ponías, con nuestras conversaciones en clave y los gritos de ánimo para los que iban detrás. Ese pico que tardamos tres días en subir pero que, una vez en la cima, recordamos porqué merecía la pena llegar. Ese pico que, espero, volveremos a subir juntos algún día.

29 noviembre 2009

DETALLES


"Jose, gracias por lo de hoy, no sé cómo lo haces pero sabes como está la gente sin tener que preguntárselo ;) Eres genial" Elena

"Te echo mucho de menos. No puedo sacarte de mi vida porque eres el único que me conoces" Merche

"Hola pequeño, me acuerdo de ti... Espero que te lo pases bien esta noche y te relajes de la semana. Te quiero" Alba

"Que sepas que estoy siempre para lo que quieras, lo que necesites, a cualquier hora." Paula

"Ais pequeño! Anoche me lo pasé genial, muchísimas gracias por todo! Te quiero" Marta

"A pesar de que la luna no brille mañana, dará igual sólo verte reir es lo que me hace feliz...Gracias por estar conmigo. Todo lo que crees que soy, en parte, es por ti. Be happy. Te quiero. Buen día" Aitor

"(...)Quiero que formes parte de mi alma.(...)Deseo estar contigo, reir contigo, llorar contigo, pasar mi vida contigo(...)" Miguel

Llevo toda la semana quejándome. En cambio, a lo largo de la semana, y entre otros cuantos, he recibido estos mensajes. ¿Acaso puedo quejarme? Está claro que no. Esta semana ha sido difícil, sí. Pero no me he parado a ver a todos los que se preocupan por mí. Y no sólo ellos. Eso sólo son gestos. Pequeños detalles.

He cambiado en muchas cosas pero sigo siendo alguien a quien le llena más un detalle que el regalo más caro del mundo.

Gracias por ser tan detallistas conmigo. Me encanta.

26 noviembre 2009

TODO VA(YA) BIEN

But today is not my day.
Miércoles, jueves. Días difíciles de seguir, difíciles de aceptar.
Continúan los agobios. Pero eso es lo de menos.
Se acumulan más. Todo exige más: la carrera, mi madre, mis hermanos, los musicales. Y no hay tiempo para nada.
Si sólo fuese tiempo, iría bien. Pero también se acaban mis ganas, se acaban mis fuerzas.
Hoy se me ha apagado la sonrisa. Hoy he notado como la gente me miraba más que de costumbre. Comentarios como “no pareces tú” o “estás raro” han estado a la orden del día. Pocos han sabido leer que, debajo de esa máscara, se escondían las últimas hojas rojizas que intentaban aguantar unidas al árbol. El hastío ha podido con ellas. Han caído.
Hoy me he cansado de luchar. He pensado que no merece la pena intentar arrancar una sonrisa a los demás. Me he dejado llevar por mi apatía y me he metido en una estructura de agobio-acción sin dejar lugar a los demás.
He recibido abrazos de Paula, Alba, Silvia, Ana,… pero ni eso me ha hecho volver a la normalidad.
He de reconocer que han tenido grandes detalles conmigo. Paula me ha buscado más de una vez sólo para decirme que quería darme un beso y un abrazo y luego irse. Alba ha estado tan ocupada como yo pero, entre clases, trabajos y experimentos, buscaba un momento para preguntarme cómo estaba. Silvia ha venido antes de Psicología del Desarrollo para coger un lápiz de mi estuche, un trozo de papel y escribirme que “todo va bien”; me ha dicho: “tu bolsillo” y me ha metido el papel.
Pero lo he perdido.
No sé si es una señal. Una coincidencia estúpida. Un aviso.
Pero hoy siento que esa frase no es cierta. Que nada va bien. O, por lo menos, nada va como debería. O como querría que fuese.
Espero que “todo va(ya) bien”.

25 noviembre 2009

DÍA INTENSO


Hoy ha sido un día intenso. No ha habido prácticamente ni un solo momento en el que no haya hecho nada. Y nunca me cunde tanto como quisiera. Me organizo de una determinada manera y pienso las cosas que debo hacer. En cuanto surge un imprevisto; caos.
Hoy he descubierto que soy poco flexible. No debería agobiarme tanto por los trabajos (que tengo que entregarlos todos antes del 9 de diciembre y no son pocos), por los musicales (que son dos, y uno de ellos lo estrenamos el día 12), los exámenes (que, para mí y los de mi clase, empiezan el día 18). Y sé que hay gente de mi clase que no ha empezado a hacer nada (lo cual me sorprende). Y sé que no debería agobiarme tanto porque no me lleva a ningún sitio.
Intento transmitir tranquilidad porque sé que es útil a la hora de estructurarse pero, aunque consiga calmar en cierto grado a los demás, yo sigo con mi estrés. No quiero convertirme en alguien que va corriendo por la calle sin mirar la cara del que va a su lado. No quiero ser uno más del montón. Pero siento que, en estos días, quiero abarcar más de lo que puedo.
Vuelvo de nuevo a la mierda del “no tengo tiempo” y querer hacerlo todo.
Hoy tenía planeada la tarde al milímetro. Pues me he encontrado con que he debido aplazar la mitad de las cosas porque he tenido que hacer una rápida selección entre mis prioridades y decidir al respecto. He estado hasta las ocho aguantando a mi hermana, la cual lleva una semana un tanto insoportable porque, entre médicos, abogados y reuniones con profesores, no ha visto a sus padres. Hoy casi consigue que pierda la paciencia (no lo ha logrado, sigo estando orgulloso de mi gran control de la agresividad) pero he estado al límite. Entre tanto, gente que llama al teléfono y me bombardea a mensajes, tanto por móvil como por Internet, buscando un consejo o unas palabras de ánimo.
No me molesta ni estar con mi hermana, ni ayudar a quien me lo pide, pero, a día de hoy, estoy agobiado. Y siento que no me va a dar tiempo a hacer ni la mitad de lo que debería.
No sé. En realidad, es triste que me queje por cosas tan banales habiendo gente con problemas mucho mayores pero necesito un espacio para mí, un hueco en el que sólo mande yo. Y ese sitio, en muchas ocasiones de lunes a jueves, es el blog.
Que luego, a lo mejor, nadie lo lee. Pero eso es lo que menos me importa. Hay ocasiones que lo uso para agradecerle algo a alguien, para hacer disertaciones filosóficas, para dedicar canciones, para reflexionar sobre situaciones,…y para desahogarme.
Hoy toca desahogarse. Espero que no se convierta en costumbre y pueda escribir otras cosas en estos días que, intuyo, serán igual o más intensos que lo que ha sido el día de hoy.

24 noviembre 2009

NO PUEDO PENSAR EN NADA MÁS QUE EN TI

Nada.
No puedo.
Pensar.
No puedo más.
Más.
No pensar.
No pensar en ti.
Puedo.
No más.
Más en ti.
No puedo nada.
En ti.
Nada más.
No puedo pensar.
No puedo pensar en nada.
No puedo pensar en nada más.
No puedo pensar en nada más que en ti.

23 noviembre 2009

MARTA


Es reconfortante descubrir que estoy empezando a redescubrir.
Antes del verano, en el instituto, estaba con alguien que no valoraba suficiente, con quien hablaba sin llegar más allá de las barreras que suelo poner, sin llegar al corazón. De todas maneras, antes del verano, pocas personas habían traspasado esa barrera. Y, pensando en como soy ahora y en lo que, poco a poco, voy aceptando y voy enseñando de mí mismo, puedo decir que, antes del verano, nadie había llegado a atravesar esa barrera.
Estoy redescubriendo una Marta que me encanta. Una Marta que no es tan fría como creía, que quiere sentir, que quiere luchar por encontrar su sitio en el mundo. Es ahora, cuando nos hemos separado y cada uno estudia su carrera, cuando estoy afianzando una relación que ya era cercana. Y, después de este fin de semana, más aún. Ella no se da cuenta de lo que hace, no lo valora, piensa que todo el mundo haría lo mismo…pero no es así. Piensa que no tengo nada que agradecerla. Ella es Marta. Una de las pocas personas que ahora he permitido que traspasen esa dichosa barrera.
Eres una de las pocas personas con las que me atrevo a hablar de lo que sea. Nos compenetramos sin problemas. Podemos estar riéndonos de cualquier estupidez, hablando de temas medianamente serios, de sentimientos, hacer debates de arte, contarnos anécdotas o, lo más difícil, estar en silencio sin sentirnos incómodos. Siento que puedo hacer contigo cualquier cosa. Que puedo ser yo sin tener que ponerme máscaras o disfraces. Que eres aún más impresionante de lo que pensaba. Y que es una suerte poder contar contigo.
Me resulta chocante que nos conozcamos desde los tres años (bueno, tú tenías dos…) y que este siendo ahora cuando empiezo a ser consciente de quien eres, de lo que estás intentando llegar a ser y, estoy seguro, conseguirás.
Espero que sigas durante mucho tiempo en mi vida.
De verdad, puedo decir que “te quiero” sin las dudas que suelen acompañar a esas palabras.
Te quiero.

21 noviembre 2009

EXIGIR

Hoy sólo quiero escribir una conclusión a la que hoy he llegado a través de varias conversaciones y algún mensaje.
Exijo demasiado a la gente. No puedo exigir que me quieran, no puedo exigir que estén constantemente pendiente de mí. No tengo ningún derecho a hacerlo.
Estar solo en el mundo es algo que no quiero reconocer pero que, a la vez, cada día descubro que es más cierto. Helen tenía razón

20 noviembre 2009

NECESITO DESAHOGARME

Escribo esto a las dos de la mañana, con sueño y tras un viernes muy agridulce.
Siento que cada vez me cuesta más ser yo el que lleve la iniciativa. Suelo ser el único gilipollas que trata de buscar un hueco para quedar con la gente y que, luego, nadie se esfuerce por sacar ese mismo hueco. No me apetece seguir luchando por los demás, aunque también sé que mañana me levantaré y querré ver a todo el mundo. Porque soy así, me gusta ver a la gente. Pero, en muchas ocasiones, y en estas últimas semanas mucho más, siento que soy yo quien se esfuerza y que el resto ni siquiera se da cuenta de eso. Salvando a unos pocos que sí intentan encontrar ese hueco, el resto siempre tiene muchas cosas que hacer, mucha gente que ver o una familia que cuidar.
Que nadie se lo tome como un ataque. No lo digo por nadie en especial. Es, simplemente, una sensación de dejadez, de que la gente pasa sin importarle las consecuencias. Y de que, volviendo un poco a lo que decía ayer, nunca se agradecen los esfuerzos de los demás.
Ahora me siento solo, me siento abandonado, me siento mal. Pero sé que mañana me levantaré y todo esto se habrá olvidado. Porque no sé guardar rencor (afortunadamente) y porque sé que estoy haciendo un mundo de una chorrada.
Pero bueno, sólo necesito desahogarme...

19 noviembre 2009

GRACIAS


Creo que nunca agradezco lo suficiente a los que me rodean que sigan ahí. Porque no tenéis porqué hacerlo, porqué seguir a mi lado. Aconsejáis en los peores momentos y reís conmigo en los mejores. Siendo siempre un apoyo, nunca una carga. Y aún con el hecho accidental de que no podamos vernos en algún tiempo, siempre habrá un momento en el que pueda disfrutar de nuevo de vuestra sonrisa. Conseguís hablarme sin palabras, sólo con una mirada. Me sacáis una sonrisa cuando veo en el móvil un mensaje con vuestro nombre. Hay gente más o menos importante, con quien se pasa más o menos tiempo, con más o menos vivencias compartidas, con más o menos obstáculos superados,… pero nadie tiene la obligación de mantener el contacto. Es una decisión propia.
Y me parece increíble que haya tanta gente a mi alrededor. Aunque os vea una vez al año o, incluso una vez, cada cinco. Con saber que, si os llamo, no os molesto, me sobra. Saber que estaréis disponibles, que os preocupa lo que me pasa,… Eso es para mí un auténtico paraíso.
Siempre habrá quien destaque más o menos y con quien me apetezca estar más o menos, pero cualquier muestra de amor, por pequeña que sea, debe ser aceptada y agradecida. Muchas veces, no nos damos cuenta (o, al menos, yo no me doy cuenta) de pequeños detalles que las personas hacen por mí, de esas pequeñas sorpresas que me hacen sonreír, que me hacen ser como soy. Un beso, un abrazo o una simple mirada pueden mover mundos.
Seamos más detallistas. No cuesta nada ir con una sonrisa en la cara, intentando que los que nos rodean sean un poco más felices. Porque yo os quiero, y lo único que os deseo es que podáis ser felices. Y, si yo puedo aportar algo a vuestra felicidad, lo intentaré en la medida de lo posible. Con o sin tiempo, casi siempre ando pensando en los que me rodean, cada minuto en una persona, con un grado de intensidad distinto, pero recordando a los que se preocupan por mí.
No sé. Reconozco que soy muy afortunado y puedo decir que hay mucha gente que se preocupa por mi bienestar, por mi felicidad.
Y, por fin, después de tanto tiempo con los ojos vendados, me he dado cuenta. Gracias a todos y cada uno de los que me rodean, de los que me dedican un pensamiento en su vida, sólo un segundo ya es digno de agradecer.
Gracias.

18 noviembre 2009

UNA NOCHE

“Tengo que irme a casa”, pensaba. Allí estábamos, en casa de Marta, tirados por el sofá, o en una silla, o de pie esperando a que decidiésemos hacer algo. Decidimos que debíamos dormir. “¿Y dónde voy a dormir?”
- Miguel y tú dormís en el sofá, ¿vale? Sé que vais a estar un poco apretados pero es lo que hay- dijo Marta con una sonrisita y encogiéndose de hombros- No os importa, ¿no?
“Al contrario. Me apetece muchísimo”. Unos cuantos minutos más y todos estuvimos ubicados en nuestro sitio. Marta y Garrido en su habitación, Vir en uno de los sofás del comedor, y Miguel y yo en el otro sofá. Después de quitarme las lentillas, ir al baño, dar vueltas por el pasillo para demorar el momento,… volví a entrar en el comedor. Él se tumbó e intentó echarse lo más al fondo posible del sofá y, después, extendiendo los brazos, me invitó a ponerme a su lado. Le miré y acepté su invitación sin palabras. Me eché en el borde y le abracé para no caerme. Tenía medio cuerpo fuera pero él me agarraba, estaba seguro de que no me iba a caer sólo por sentir sus brazos en mi espalda. “Y ahora, ¿qué?”
- Joder, Orco, eres un pesado.
La voz de Virginia se oyó en cualquier habitación. Orco, el gato de Marta, estaba tumbado encima de ella, intentando recibir cariño. Obviamente, no lo obtuvo.
Mientras estábamos tumbados y sin que nadie lo esperase, oímos los gritos de Marta y de su madre, discutiendo porque su casa no era un motel. “No debería haberme quedado”. Me levanté y volví a ponerme los pantalones. Tampoco sabía porqué, ya que no iba a ningún sitio. Simplemente, me los puse. “Tranquilízate”
-Tranquilízate- oí como Miguel me decía.
“¿Cómo puede saber lo que pienso en cada momento?”
-La madre de Marta nunca ha sido así. Una vez, vinimos de un concierto y…- Virginia y sus anécdotas.
No podía escucharla. Estaba nervioso porque no sentía que ése fuera mi lugar. Yo debería estar durmiendo en casa de mi abuela, y no allí. “¿Qué hago?”
- Vuelve a tumbarte.
Sentí como él me miraba incluso en la oscuridad. Volví a tumbarme a su lado mientras Vir seguía con su historia.
Estuvimos un rato hablando los tres, se me cerraban los ojos.
Unos cuantos minutos más, y nos callamos. Ya eran las cinco de la mañana. Entonces le miré y pude ver cómo me sonreía. Le besé y le abracé más fuerte, y esta vez no era para no caerme. Me sentía protegido, querido, aceptado,... Me sentí especial. “No le merezco”
Dormimos unas horas. A las ocho ya estaba despierto. Me levanté intentando no despertarle, sin éxito. Medioabrió los ojos y volvió a cerrarlos. Fui a ver si alguien estaba despierto. Nadie. “¿Cómo puede ser tan increíble?” Volví al salón y me senté en una silla desde la que podía ver a Miguel dormir. “Todo el mundo es más joven cuando duerme” Orco intentó subirse a la mesa pero se cayó haciendo un ruido que hizo que Miguel abriese los ojos de nuevo. Me acerqué al sofá y me acomodé en el suelo con un par de cojines apoyando la cabeza en un pequeño hueco que había en el sofá. “Esto quiero que sea lo que vea cada mañana al despertarme” Empecé a tocarle el brazo para que volviera a dormirse pero, de nuevo, el gato pasó por encima de él y abrió los ojos. Se quedó mirándome y yo volví a abrazarme a él, volví a tumbarme a su lado. “Te quiero, pero no me atrevo a decírtelo” Le besé. Él respondió al beso. Suavemente, con cariño, como en un sueño.
“¿Realmente estoy despierto?”
-Coño, Orco, quita. Es que eres pesadísimo- de nuevo, Orco luchaba por un espacio del sofá que Virginia le había usurpado.
Ya los tres despiertos, comenzamos de nuevo a hablar. “Tengo que irme antes de las once” Hablamos un rato más, lo colocamos todo como buenamente pudimos y avisamos a Marta y a Garrido de que nos íbamos.
Salimos y nos dirigimos al metro. “¡Qué noche! No te merezco. Eres increíble. Me das todo lo que nadie me ha dado. Me encantan tus pequeños detalles. Es que eres genial. Mierda, creo que me estoy enamorando.” El metro llegó y me puse a leer Frankenstein para no tener que pensar más.

16 noviembre 2009

ES IRREMEDIABLE

Y, aunque ahora sea feliz (porque reconozco que soy feliz, aunque me cueste), sigo dándole vueltas al mismo tema. Y llevo tiempo con eso en la cabeza pero todo lo que ha estado pasando (que no ha sido poco) me ha quitado tiempo para pensar en ello. Eso puede ser bueno o malo pero no me voy a meter en eso. Ahora voy a pensar en el Tema.
Las he perdido. Ahora sí que sí. Ya soy consciente de que no hay vuelta atrás y de que las he perdido. Y sé que no hay solución. Y, para ser completamente sinceros, si la hubiera, no sé siquiera si probaría a intentarla, porque no me atrevería. Yo sigo leyendo sus blogs, sigo intentando saber cómo les va la vida (en la que ahora no tengo cabida), sigo esperando que me manden un mensaje en el que digan “quiero hablar contigo” (aunque sólo sea para intentar entenderlo (aunque también pienso que entenderlo no cambiaría las cosas)) o un mensaje en el que digan “vete de una puta vez a la mierda y déjame seguir con mi vida” (para lo cual, seguiría haciendo como hasta ahora, intentar saber de ellas a través de su blog y de terceras personas).
Me cuesta reconocer que la gente se va, y que cuando se van, es para no volver. Pero como dice Lilo (puede quedar estúpido por mi parte que hable aquí de una película de Disney): “Pero si te quieres ir, puedes hacerlo. Aunque no te olvidaré. Yo me acuerdo de todos los que se van”. No creo que pueda expresar mejor que ella lo que pienso en este momento. No quiero que la gente desaparezca de mi vida. Pero, por lo que parece, es irremediable.

15 noviembre 2009

LA PERFECTA IMPERFECCIÓN

Este fin de semana ha sido perfectamente imperfecto. No ha salido absolutamente nada como lo había planeado pero, al final, todo ha salido jodidamente bien. Ha habido tiempo para todo. He tenido un par de conversaciones que iba posponiendo; he visto que Aitor, por fin, está más relajado, cosa que necesitaba; me he dado cuenta de que la gente de mi clase sigue unida hasta cuando nos enfadamos; estoy re-descubriendo a mi prima y empezando a darme cuenta de que es más genial de lo que creía; voy afianzando aún más mi relación con Marta, cada vez me sorprende más lo comprensiva y empática que puedes llegar a ser; sigo conociendo a Miguel, sigue quitándome la respiración el verle, sigue pareciéndome alguien con quien quiero estar en cualquier momento y a quien puedo contarle cualquier cosa, quiero seguir haciendo el ridículo en sus partidas de rol por torrija, quiero que me siga mirando como me mira, quiero que siga teniendo la confianza de que me pueda decir cualquier cosa sabiendo que no me voy a enfadar, quiero...; he sido consciente de que, en la sombra, sigue estando gente que quiere entrar o afianzar su presencia en mi vida como Adri, Cimarra o Susana; hay quien se esfuerza por encontrar un hueco para encontrar una cena conmigo (Tere, ese día llegará, estoy seguro); aún hay personitas que ponen su granito de arena a mi felicidad con un mensaje como Alba o Patri; y hay quien me ha sorprendido más gratamente en este fin de semana: ella es Paula. Paula se conforma con tan poco que da gusto darle lo que sea porque ella lo recibe con más gratitud que cualquier niño pequeño, transmite una clase de paz con su sonrisa muy difícil de expresar, comienza a hacerse un espacio en mi vida a base de perseverancia y pequeños detalles que parece que pasan inadvertidos, aunque no sea así, voy descubriendo cada día a una Paula más humana, más bondadosa, más amiga. Estoy descubriendo una "super"Paula (jeje).
No sé. Este fin de semana lo había organizado para que fuese completamente distinto y todo se ha ido a la mierda como un castillo de arena cercano a la orilla. Pero, al final, he sido muy feliz y he tenido unas sorpresas maravillosas. Lo único que podría fastidiar estos días ha sido el hecho del desastre de la tetería pero, como sé que se va a arreglar y todo quedará en un malentendido porque Eva y Carlos son, también, geniales, pues no me preocupa.
Me empieza a resultar extraño que la etapa de felicidad dure tanto tiempo. Algo tiene que pasar, pero, hasta que pase, disfrutaré.

12 noviembre 2009

RAQUEL


Raquel es una muchacha que, según los que la rodean, nunca llegará a ningún sitio. Ella no tiene unas miras muy altas, no tiene un proyecto de futuro, no planea nada lejano. Ella busca lo que ha llamado sus "paraísos instantáneos". Raquel se conforma con tomar un batido con un buen amigo, rebozarse en la hierba de algún parque, hacer muecas a algún bebé en el metro, pasar una noche de sexo desenfrenado, encontrar la perspectiva de una buena fotografía, gritar en lo alto de una montaña, meter la mano entre la ropa mojada de la lavadora, ver una película que la haga llorar, imaginarse mil mundos irrealizables,...
Vivir.
Ella se fija en las pequeñas cosas. Crea su propio universo en el que ningún día es igual a otro porque siempre hay un detalle que la saca una sonrisa. Ella tiene la teoría de que, quien no es feliz, es porque no es consciente de la cantidad de pequeños regalos que tiene a lo largo del día. Sólo hace falta parar un poco, relajarse y ver el maravilloso mundo que nos rodea. Pero, para eso, hace falta parar. Aunque sea un poquito. Y no todo el mundo está dispuesto a ello.

11 noviembre 2009

MIS MUNDOS

“Cuando era niña ya garabateaba; y mi pasatiempo favorito durante las horas de recreo era “escribir cuentos”. Sin embargo, un placer más querido era construir castillos en el aire – el placer de soñar despierta-, seguir una línea de pensamiento, cuyo tema adoptaba la forma de una sucesión imaginaria de incidentes. Mis sueños eran al mismo tiempo más fantásticos y gratos que mis escritos. En estos últimos fui simplemente una imitadora, siguiendo el camino que otros habían trazado en vez de utilizar mis propias ideas. Lo que escribía estaba destinado por lo menos a un lector -mi compañero de infancia y amigo-, pero mis sueños eran sólo míos; no permitía que nadie entrara en ellos; eran mi refugio en el hastío y el placer más querido en la alegría”
Es un fragmento de Mary W. Shelley, escritora de Frankenstein, que incluyó en el prólogo de esta obra.
Y ese “construir castillos en el aire”, crear mundos fantásticos que sólo tú conozcas, también es mi pasatiempo favorito, aunque nunca lo había calificado como tal.
Siempre ando inmerso en mi propio mundo, pensando mil cosas, sobre lo que tengo que hacer, lo que debo hacer, la gente que está, la que no, el trabajo de más allá,…Y es cierto que cuando me saturo me voy a mi propio mundo, que tiene incluso un nombre (que, si desvelase, perdería gran parte de su encanto), y me dejo llevar por cualquier línea de pensamientos, sin decidirlo previamente. Así, acabo creando nuevos personajes, nuevas situaciones, nuevos escondites recónditos, nuevas relaciones entre ellos, nuevos dioses,…Voy modificando mi propio mundo poco a poco, sin prisa, porque sé que siempre estará ahí. Quizá llegue un momento en que lo olvide y sea un apartado más en mi cabeza. Pero, de momento, me gusta seguir creando, inventando, imaginando. Sea posible o no. Sea lógico o no. Sea alegre o no.
Cada día es un mundo. Y yo lo voy cambiando según me place. Lástima que en el mundo real, quieras o no, tengas siempre algo, aunque sea mínimo, que te ata y ya impide esa libertad creadora que me puedo permitir allí.

10 noviembre 2009

ROMA


Dejando aparte que Roma es una ciudad espectacular, necesitaba salir de Madrid. Por dos razones que van unidas: desconectar y aclararme las ideas en esta nueva etapa de mi vida.
He conseguido desconectar; he estado en las muchas Romas que, fusionadas, hacen de ella una ciudad muy especial.
He recorrido la Roma Antigua visitando el Coliseo, el Foro, el Circo Máximo,…
He podido observar la Roma Cristiana en El Vaticano, con la Capilla Sixtina, San Juan de Letrán, San Pablo Extramuros, Santa María La Mayor, otras pequeñas y grandes iglesias,…
He estado inmerso en la Roma Moderna visitando el Quirinale, la Piazza Navona, la del Popolo, la de Spagna, la de Trevi, con su famosa fuente,…
He disfrutado con una Roma Natural en la Villa Borghese.
Me he asombrado con la Roma Artística al ver esculturas como La Piedad, El rapto de Proserpina, El Moisés, La Metamorfosis (o Apolo y Dafne),…
He visto muchas Romas, me he perdido por sus pequeñas callejuelas bajo unas lluvias torrenciales.
Pero, además de eso, he conseguido medio-re-organizar mi actual y un poco caótica vida.
He llegado, principalmente, a una conclusión: me preocupo demasiado.
Intento abarcar más de lo que realmente debería. Creo que estoy demasiado obcecado en que hay mucha gente a mi alrededor que merece la pena. Pero eso, en vez de agobiarme, debería hacerme pensar en lo afortunado que soy de poder decir que mi vida está plagada de personas maravillosas.
Así que he decidido dejar de preocuparme tanto; procurar hacer lo que me apetezca sin las presiones del “debería…”
Simplemente, voy a hacer unos planes que quiera hacer realmente, voy a ver a quien yo quiera ver, voy a arriesgarme a que siga saliendo más gente de mi vida.
Quizá luego me arrepienta, pero creo que es la mejor decisión que puedo tomar a día de hoy.
Si alguien quiere quedar conmigo, ¡que se esfuerce un poquito y que me llame! Incluso, ahora que tengo el coti-sociabily-tuenti, ya no hace falta ni que me llamen. Con que me mande un mensaje, me enteraré, ¿no es maravilloso lo fácil que es mantener un mínimo contacto? Y con mínimo, me refiero a una vez al año, que no hace daño.
No sé. Quisiera intentar que los agobios o las preocupaciones que tenga sean por la carrera y no por la maravillosa suerte de tener personas que me quieren. Es un poco estúpido agobiarse porque la gente crea que merece la pena gastar su tiempo en verte, ¿no?

04 noviembre 2009

QUIERO

Quiero que me oigas sin juzgarme.
Quiero que opines sin aconsejarme.
Quiero que confíes en mí sin exigirme.
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí.
Quiero que me cuides sin anularme.
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí.
Quiero que me abraces sin asfixiarme.
Quiero que me animes sin empujarme.
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí.
Quiero que me protejas sin mentiras.
Quiero que te acerques sin invadirme.
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten.
Quiero que las aceptes y no pretendas cambiarlas.
Quiero que sepas que hoy... cuentas conmigo sin condiciones.
Porque cada minuto que paso contigo estoy más convencido de que no estamos equivocados.
Porque cada minuto que estoy sin ti soy más consciente de lo maravilloso que eres.
Porque te quiero... sin condiciones.

TENGO QUE VER A...

Tengo ganas de poder dedicarle más tiempo a ciertas personas. Sigo teniendo el mismo agobio de siempre; el agobiode "no tengo tiempo". La primera y gran afectada es Eva, a la cual llevo dándole largas para ir a la teteria desde hace casi un mes. Este puente me voy a Roma y eso implica menos tiempo para quedar. Tengo muchas ganas de ir a Roma, tiene que ser alucinante; pero también tengo ganas de volver para intentar reestructurar mi tiempo. Quiero ver a Eva; pero también a Carlos y a Marta (cosa fácilmente solucionable si, cuando vuelva de Roma, reservamos un día para ir a la tetería). También quiero ver a Aitor, a Cris, a Vane (que también les podría juntar en la tetería o en cualquier otro sitio) Quiero ver a Miguel, pero porque siempre quiero verle y nunca me parece suficiente. Quiero ver a...
Podría seguir pero no siempre debería ser yo quien tiene que tirar de la gente para verla. Al igual que reconozco que tengo ganas de ver a ciertas personas, también reconozco que estoy un poco harto de ser siempre yo el que tenga que decir: "Venga. Vamos a quedar".
Quizá debería calmarme y no preocuparme tanto por el "tengo que ver a..." y dejar que sea la gente la que me llame y me diga "vamos a vernos".
Ya veré como fluye todo. Al fin y al cabo, pienso que todo fluye, que todo está relacionado y que el tiempo pone a cada uno en su lugar o que le da a cada persona lo que se merece. Esperemos que me merezca tener, por lo menos, a una sola persona que se preocupe por mí.

03 noviembre 2009

MIEDO AL AMOR


Hay ocasiones en las que creo que el amor no existe; otras pienso que todo se basa en el amor. Tengo miedo al amor. Es algo que siempre me ha aterrorizado. Porque si amas a una persona, siempre te expones al dolor, a ser herido. Y cuanto más amas, más probabilidades hay de que la caída sea más fuerte.
Creo que nunca perderé completamente el miedo al amor por una sencilla razón: creo que la gente va a seguir desapareciendo, por regla natural. Es lógico que cuantas más personas aparezcan en tu vida, menos tiempo tienes para dedicarles y alguna debe quedar en el camino. De hecho, he perdido a quien menos se lo merecía. Y, para colmo, no la he perdido, más bien la he echado a patadas. Y no se lo merece. Pero, ¡qué le vamos a hacer! Aunque intente evitarlo, aunque en ocasiones intente esconderlo, aunque no suela hacerlo conscientemente, soy un capullo. Y hago daño a la gente. Las permito entrar en mi vida para luego echarles a patadas porque han llegado muy lejos. Pero sólo es por miedo a que eso ocurra. Y el miedo me hace que sea yo quien lo provoque.
Tengo miedo por Miguel, porque sé que ha sufrido y no quiero ser yo quien le haga sufrir más, no quiero ser un capullo con él, como seguramente, otros lo habrán sido antes que yo. Tengo miedo de ser un capullo sin darme cuenta. Comprendo todos sus miedos, son lógicos. Y más con una persona como yo, que no se esfuerza por la gente; que deja que entre, para luego abandonarla y que se pierda en el laberinto de mi corazón y que, incluso a veces, la busca en el laberinto para echarla a la fuerza y quede maltrecha, a la espera de que otro corazón se abra.
Tengo miedo por Aitor, porque no quiero ser distante con él, no quiero llegar a la conclusión de que sé que va a estar ahí, entonces ¿para qué cuidarle? Quiero seguir esforzándome por ganarme su cariño, por no llegar a ser un perfecto desconocido para él, por estar presente en su vida y que sepa que puede contar conmigo.
Tengo miedo por Marta, porque cuesta mucho sacar un rato en el que los dos podamos coincidir, incluso los fines de semana. Y en realidad no se puede dejar de contar con la gente por el hecho accidental de que no podamos verla. Pero uno se acostumbra a recurrir a quien más cerca está, olvidándose de quien más se lo merece.
Tengo miedo por mi prima, porque no sé lo que la pasa, porque espero que tenga alguien con quien desahogarse, con quien compartir sus penas y sus preocupaciones (que supongo que sí la tiene pero siempre hay cosas que no se pueden contar a ciertas personas).
Tengo miedo por la gente que voy conociendo en la universidad, Alba, Luz, Dani, Patri, Paula, Bea, Álvaro,… porque veo que se están ilusionando demasiado con alguien que no merece tanto la pena, porque soy alguien más del montón, que quizá llame más la atención, pero que no es para nada mejor que el resto de la gente. Porque ahora son el juguete nuevo, y que voy a seguir viendo durante mucho tiempo, lo cual es una garantía, pero no quiero que se conviertan en los juguetes que dejo en un segundo plano porque ya conozco todos sus trucos. Y soy perfectamente consciente de que no todo el mundo puede estar en mi primer plano.
Tengo miedo por Cris y por Vane, porque han depositado mucha confianza en mí, porque se preocupan mucho por mí, y quizá yo no lo haga tanto por ellas. Y no quiero que la balanza llegue al límite en el que las cosas se caigan de los platillos y todo se vaya a la mierda.
Tengo miedo por Tere, Cris, Dani, Yoli…, personas a las que veo muy de vez en cuando pero que sé que bastaría con llamarlas y decirles que si tienen un hueco, para que se dejaran el culo por verme. Sobre todo Tere y Cris, que este fin de semana me han demostrado que no soy alguien más de su grupo, sino que me consideran su “amigo”.
Tengo miedo por Eva y por Carlos, la pareja en la que más veo lo que se puede parecer al amor; porque no me esfuerzo por sacar un rato para verlos, porque me escudo en el “estoy ocupado” y el “no tengo tiempo” para seguir posponiendo un momento que, aunque me apetezca, siempre considero que hay otras cosas que hacer antes.
Tengo miedo por Merche, porque sé que la estoy perdiendo, porque sé que no estoy lo suficientemente pendiente, pero no tengo el valor suficiente para decirle que lo siento, que no merezco la pena, que mejor busque alguien que pueda dedicarle todo el tiempo que su enorme corazón se merece.
Tengo miedo por Adri, Susana, Patri, Ángel, Nacho, que confían mucho en mí, me regalan unas cariocas con forma de rana, que me recuerdan de vez en cuando, y que, en cambio a mí, me cuesta encontrar un hueco en mi agenda para compartirlo con ellos. Y me siento egoísta por “utilizarles” así.
Y yo sé que todos estos miedos vienen por un antiguo miedo. Un miedo ya ilógico porque se cumplió.
Tenía miedo de perder a Helen. Y la he perdido. Y la he dejado que se vaya. Mejor, la he obligado a que se vaya. Y he vuelto a hacer otra herida en su ya bastante malherido corazón. Enorme, pero malherido. Y no la guardo ningún rencor porque sé que ella, sin mí, podrá ser más feliz. Porque yo la avisé. Como aviso a todo el mundo; pero os emperráis en decidir que yo soy una buena persona, en que puedo aportaros algo a vuestra vida. Y, en realidad, todo eso es mentira.
Cada vez soy más y más consciente de que no merezco la pena. Y cada vez tengo más y más miedo de hacerlo otra vez. Por eso no tengo nada que reprochar a nadie. Ni a Helen, que ya sé que se ha ido para no volver (aunque me duela y sepa que me seguirá doliendo). Ni a Miguel, porque sus dudas tienen fundamento. Ni a quien considero mis amigos, porque no se dan cuenta de con quien están tratando.
Quizá sea demasiado melodramático o un poco extremista, pero prefiero poner sobre aviso a quien quiero para que luego no se asusten con el resultado de nuestra amistad.
Y, cada caída, me dolerá más que la anterior. Y, por eso, no me puedo permitir perder a Miguel (mejor dicho, echarle). Porque sé que de esa no me levantaría. Por lo menos, ahora, con Helen tan reciente. Y sé que no me levantaría porque me está costando muchísimo levantarme de esta última caída. Porque sin Aitor, sin Marta y sin Miguel, no habría conseguido levantarme y seguiría comiendo polvo.
Por eso tengo miedo. Porque no quiero echar a nadie más. Porque no quiero hacerle daño a la gente. Porque quiero seguir mereciéndome ese mote que me pusieron ya hace tiempo de “buscador de sonrisas”. Y porque quiero seguir encontrándolas.
Tengo miedo de haceros daño. Por eso os pido, que si creéis que voy a haceros daño, aunque no seáis muy cercanos a mí, si puedo haceros sufrir, por favor, dejadme.
Hacedme sufrir a mí por vuestra pérdida. Porque, siendo egoísta una vez más, será mucho más llevadero para mí y para vosotros que me hagáis daño a mí a que yo os lo haga a vosotros.
Tengo miedo. Mucho miedo. De lo que he escrito y de lo que me he guardado para mí. Pero, de verdad, que estoy aterrorizado de lo que soy. De lo que me estoy convirtiendo.
¿Terminará alguna vez este miedo de hacer daño a la gente que quiero?