Se querían.
Dos vagabundos nocturnos. Dos seres que sentían que la luna les comprendía mejor que el sol.
Eran vampiros. Criaturas con el corazón lleno de sombras. Y esas sombras eran las culpables de que no pudiesen estar juntos, aunque se quisieran.
Pasaban noches en vela hablando, compartían secretos, reían en la oscuridad... pero no podían mostrar sus sentimientos.
Se querían demasiado para dañar al otro.
¿Se entendían? Sí.
¿Podrían estar juntos? Sí.
¿Se harían daño? Segun ellos, sí.
Así que, uno de ellos, decidió inmolarse. Las llamas cubrieron su cuerpo y su corazón se hizo cenizas. Eligió no amar... para no dañar.
Pero no eran unos vampiros cualquiera. Su otra naturaleza se identificaba con un pájaro sagrado, un pájaro que los antiguos llamaban fénix.
Y, como éste, tanto él como su corazón renacieron de las cenizas con más fuerza si cabe que antes de la inmolación.
Estaban destinados a estar en la eterna encrucijada y en la difícil decisión: ¿Es mejor arriesgarse? ¿Podrá el amor ser tan fuerte para que no se rompa? ¿Dolerá?
Las decisiones siempre son difíciles... y más cuando está en juego el corazón de un vampiro fénix.
Sólo hay dos personas que pueden entender esto. El resto que entiendan lo que quieran.
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