¿Hasta qué punto dependemos de los demás?
¿Dónde está el equilibrio entre el espacio personal y la necesidad de relacionarse?
Hay días en los que tengo que descartar planes porque me han propuesto cinco.
Otros, como hoy, puedo llamar a veinte personas que todas tienen algo que hacer.
Por suerte, me quedan los libros. Ellos siempre están ahí, dispuestos a acompañarte cuando lo necesites. Llenos de aventuras, de amores y desamores, de intriga, de muerte, de risas, de imaginación.
Recuerdo aquella etapa de mi vida en la cual dedicaba la mayor parte de mi tiempo a leer. Entre otras cosas, el silencio era, y es aún, uno de mis amigos más queridos. Y sólo él entendía lo que los libros me querían transmitir. Un libro puede llevarte a mundos imaginarios, hacerte viajar en el tiempo y el espacio y llevarte a un paraíso inhabitado que puedes modificar con las palabras del escritor y un poco de tu imaginación. Un triángulo compuesto por un libro, el silencio y yo.
Quizá ahora no tenga tanto tiempo para leer como quisiera... pero ellos siempre están ahí, esperando.
Porque, como dice un proverbio hindú, "un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora".
Quizá deba tratar mejor a estos "amigos" y dejar que los de carne y hueso me sorprendan... para dejar de llevarme decepciones.
Los libros no decepcionan porque no están vivos. Los humanos lo hacen porque sí lo están.
ResponderEliminarCOnfundir realidad y ficción es tentador, pero nunca hay que dejar de poner las cosas en su lugar.
El libro, es perfecto.
El hombre, es imperfecto.
Y de ahí, la magia de ambos.
Aunque, qué te voy a decir, siempre elegiré primero un buen libro que a una persona ;)