Mario está sentado en el césped de la Plaza de España escuchando Hometown Glory de Adele. Ve a la gente paseando; más bien son las parejas las que pasean. Hay también grupos de amigos que pasean pero, la gente que camina sola, camina más deprisa. ¿Realmente tendrá prisa por llegar a algún lado? “I ain´t lost, just wandering”. No estoy perdido, sólo estoy vagando. Eso dice la canción.
Mario piensa que él está cansado de vagar. Él nunca ha dejado de caminar, ha conocido muchos rincones de Madrid. Unos él solo, otros con algún amigo, los menos con su familia. Pero a él le gusta el centro de su ciudad. Le gusta la actividad que ve en la gente. Sentirse pequeño rodeado de tanta gente con prisa. Real o aparente, pero con prisa. Su mp3 cambia de canción y suena ahora una en español: Me fui de Bebe. Es irónico que la anterior canción hable de pasear por tu ciudad natal viendo las cosas que nunca cambian y aquellas que te hacen sonreír por algún recuerdo. Ahora escucha una que habla de huir, de escapar de una persona para volver de nuevo y descubrir si siente lo mismo. Sentimientos al fin y al cabo.
Mario se ha cansado de sentir. Él ya sabe lo que se siente en la ciudad natal y también lo que se siente al escapar de todo. Él sabe lo que es perder a alguien, lo que es dar un último beso, lo que es reír tan sólo porque otra persona se ríe. Sabe lo que es compartir con alguien un día entero y sentir que sólo ha pasado una hora. ¿Lo sabe? ¿O sólo lo recuerda?
Mario está sentado en el césped de la Plaza de España y recuerda el día en que alguien se sentaba a su lado. El día en que giraba la cabeza y veía que alguien sonreía porque él estaba ahí, cerca. El día en el que nadie pudo sacarle una sonrisa, excepto él. El día en que se quedaron encerrados en el ascensor y no se dieron cuenta hasta que pasaron diez minutos. El día en el que hicieron fotos en los jardines de Sabatini como si fuesen estatuas. El día en el que dieron vueltas y más vueltas bajo un sol abrasador hasta encontrar la facultad de veterinaria. El día en el que le sorprendió con una invitación a cenar en el Vips de Nuevos Ministerios. El día en el que tuvieron telepatía para enviarse un sms. Muchos días.
Mario piensa en esos días y recuerda lo feliz que fue mientras comienza Tallulah de Sonata Arctica. Pero, en especial, recuerda el día en el que él le dijo que ya no le quería, que quería terminar. Se lo dijo sentado frente a él en un césped de la Plaza de España. Dice la canción: “Don´t look back ´cause I´m crying”. No mires atrás porque estoy llorando. Y una lágrima se desliza por la mejilla de Mario mientras piensa que, en ese mismo césped en el que está sentado, David le dejó con el corazón dividido en dos.
Mario piensa que él está cansado de vagar. Él nunca ha dejado de caminar, ha conocido muchos rincones de Madrid. Unos él solo, otros con algún amigo, los menos con su familia. Pero a él le gusta el centro de su ciudad. Le gusta la actividad que ve en la gente. Sentirse pequeño rodeado de tanta gente con prisa. Real o aparente, pero con prisa. Su mp3 cambia de canción y suena ahora una en español: Me fui de Bebe. Es irónico que la anterior canción hable de pasear por tu ciudad natal viendo las cosas que nunca cambian y aquellas que te hacen sonreír por algún recuerdo. Ahora escucha una que habla de huir, de escapar de una persona para volver de nuevo y descubrir si siente lo mismo. Sentimientos al fin y al cabo.
Mario se ha cansado de sentir. Él ya sabe lo que se siente en la ciudad natal y también lo que se siente al escapar de todo. Él sabe lo que es perder a alguien, lo que es dar un último beso, lo que es reír tan sólo porque otra persona se ríe. Sabe lo que es compartir con alguien un día entero y sentir que sólo ha pasado una hora. ¿Lo sabe? ¿O sólo lo recuerda?
Mario está sentado en el césped de la Plaza de España y recuerda el día en que alguien se sentaba a su lado. El día en que giraba la cabeza y veía que alguien sonreía porque él estaba ahí, cerca. El día en el que nadie pudo sacarle una sonrisa, excepto él. El día en que se quedaron encerrados en el ascensor y no se dieron cuenta hasta que pasaron diez minutos. El día en el que hicieron fotos en los jardines de Sabatini como si fuesen estatuas. El día en el que dieron vueltas y más vueltas bajo un sol abrasador hasta encontrar la facultad de veterinaria. El día en el que le sorprendió con una invitación a cenar en el Vips de Nuevos Ministerios. El día en el que tuvieron telepatía para enviarse un sms. Muchos días.
Mario piensa en esos días y recuerda lo feliz que fue mientras comienza Tallulah de Sonata Arctica. Pero, en especial, recuerda el día en el que él le dijo que ya no le quería, que quería terminar. Se lo dijo sentado frente a él en un césped de la Plaza de España. Dice la canción: “Don´t look back ´cause I´m crying”. No mires atrás porque estoy llorando. Y una lágrima se desliza por la mejilla de Mario mientras piensa que, en ese mismo césped en el que está sentado, David le dejó con el corazón dividido en dos.
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