Después de ducharme, me puse ropa limpia y pasé cinco minutos más o menos lamentándome por el corte de pelo. Aquella mierda hacía que me sobresalieran las orejas.
David seguía dormido cuando fui a la cocina a preparar el desayuno. El que se levanta primero se encarga de prepararlo, y al otro le toca recoger y lavar los platos. Ésa es una de las pocas reglas que tenemos. Busqué en la nevera y encontré restos de una tarta de chocolate. Los saqué y los puse en la mesa mientras me preguntaba dónde coño guardaría este hombre el pan de molde. En el quinto armario que abrí, encontré el pan y entonces surgió una segunda pregunta: ¿Y la tostadora? Continué abriendo armarios y cajones. Se me cayó un cacharro de plástico haciendo un estruendo considerable y lo único que hice fue cerrar los ojos. Esperé. No oía nada. No se habría despertado. Volví a colocarlo y retomé la búsqueda. Conseguí encontrar la tostadora detrás de una caja de cereales, la batidora, un exprimidor y el libro de "Mil ochenta recetas de cocina" con un forro lleno de grasa. La cogí y la enchufé después de desenchufar la freidora. Yo no sé para qué querrá tantos pequeños electrodomésticos si nunca hace comida más allá de algo que se pueda freir o cocer. Con un par de sartenes y una cacerola tendría más que suficiente. Puse dos rebanadas en la dichosa tostadora y me impuse una nueva misión: buscar la cafetera. Me sonaba haberla visto en alguno de los armarios que había abierto pero, como sólo me habían quedado dos sin abrir, no era muy difícil. Esta vez fue más fácil y la encontré al segundo intento. Para enchufarla, tuve que desenchufar el móvil que estaba cargando desde la noche anterior. Con el borboteo del café, sonó el pitido de la tostadora y no sé muy bien cómo me las arreglé para que se me cayese una de las tostadas. Metí otras dos rebanadaas y decidí que ya era hora de ir despertando; exactamente las 11: 24. Entré en la habitación y no estaba en la cama. Cuando iba a darme la vuelta para ir al baño, unos brazos me agarraron por la espalda y me tiraron hacia atrás cayendo encima de alguien que había caido en la cama. Me soltó de su abrazo y me tumbé a su lado. No dije nada. Sólo me limité a mirarle. Él me dio un beso y me susurró un "Buenos días" con los ojos cerrados y olor a dentífrico. Le intenté coger la mano pero él fue más rápido y empezó a hacerme cosquillas. No es difícil porque tengo cosquillas en cualquier sitio. Cuando me vio llorar, paró de forma que él estuviera encima de mí con las manos a ambos lados de mi cabeza. Me miró con esas sonrisas de medio lado que tanto me gustan y desvió la mirada. Me encanta cuando hace eso. Me dan ganas de abrazarle. Le mordí la mano y él no tuvo más remedio que caer aplastándome, que era justo lo que yo buscaba con mi acción. Metí mi mano en su pelo y cerré los ojos intentando captar todo lo que mis sentidos me permitiesen. Su cuerpo, su olor, su respiración. Empezó a besarme en el cuello y yo torcí la cabeza para evitarlo. Siempre lo hago pero nunca he entendido exactamente el porqué. Me miró y me dio otro beso, esta vez más largo. Se fue separando poco a poco y se sentó en el borde de la cama. Llegó a la habitación el olor a café y me acordé del desayuno. Me puse de rodillas detrás de él y le dije al oído: "Buenos días, pequeño" Volvió a mediosonreir y se levantó. Se metió en el baño y yo fui de nuevo a la cocina. Cuando bajó, se había puesto el traje para mí, porque ese día no tenía que trabajar. No dijimos casi nada durante el desayuno pero tampoco hacía falta. Nos bastaba con mirarnos a los ojos. El reloj del comedor dio las doce y decidí que iba siendo hora de irme. Le ayudé a recoger por alargar mi estancia allí. Cuando terminamos, me abrazó apoyando la cabeza en mi hombro aunque fuese más alto que yo, medio, de nuevo, un beso en el cuello y fuimos así hasta la puerta. La abrió y cuando me soltó me dijo que me llamaría por la tarde. Sabía que lo haría porque siempre lo hacía. Media hora después, mientras iba en el metro, pensaba que nunca me había dicho "te quiero"
No puedo con el último parrafo. Me mata.
ResponderEliminarPero te idgo lo que me has dicho tú. Desde hace un año, siento que nada tiene sentido. Que no puedo confiar en nadie pero sí tener mil risas. En cada momento alegre, he pensado en ti. Pero también en cada momento triste, porke la vida es alegría y dolor.
Claro que te quiero aunke no lo diga con palabras, pero nosé si puedo ya con más daño. Estamos los dos igual, pero me encantaría quitarme esta coraza y ahorrarnos toda la incertidumbre y miedo que tenemos cuando estamos solos.
Mañana espero verte pekeño, de verdad ke sí
hace falta un te kiero xa saber q nos kiere¿?
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