Soy muy afortunado y puedo decir que tanto doy como recibo muchos abrazos que me hacen sentirme lleno y querido.
Pero ha habido uno realmente sincero, que me ha hecho sentir querido más que otros en mucho tiempo.
No debe ser fácil (o a mi no me lo parece) tener una relación de amistad con un gay siendo heterosexual.
¿Qué pensarán?
¿Qué concepto tengo yo de mí mismo?
Y si le quiero, ¿seré homosexual y no lo sabía?
¿Por qué este tío es tan raro que me besa cuando se despide?
¿Es que siempre tiene que abrazarme?
¿No puede dejar las manos quietas?
¿No puede dejar las manos quietas?
Y si me toca, ¿será porque le gusto?
...
Realmente no sé si todo esto pasará por la cabeza de los heterosexuales cuando están conmigo (que, en cierto modo, quiero pensar que no y que sólo son paranoias mías) pero sé que es lo que he sentido, y a veces todavía siento, durante mucho tiempo; desde que mis compañeros de clase se esperaban a que yo saliese para cambiarse en el vestuario del gimnasio, con todos los comentarios que esto acarreaba y las veces que me he tenido que defender.
No obstante, ha habido una persona en estos últimos días que me ha hecho sentir normal, con todo lo vacía de significado que está esa palabra.
Después de estar dos días con unas ganas de llorar indescriptibles, con ganas de encerrarme en mi habitación y saber que no podía, ha llegado Dani y me ha dado un abrazo.
Sólo necesitaba un abrazo que llegó casi a las 7.30 de la mañana después de estar dos días esperándolo.
Y podría fijarme en que va a su bola, en que siento que algo cambia en él cuando estamos solos y cuando hay más gente delante o en que estuvo pasando de mí durante esa noche, pero prefiero fijarme en todo el bien que me hizo ese abrazo, lo reconfortante que fue para mí y lo diferente que habría sido si no hubiese sido él quien me lo hubiera dado.
Dani tiene algo especial que consigue calmarme, que consigue que me sienta aceptado como soy, que me hace pensar que no le molesta que le dé un abrazo, con el que puedo estar en silencio sin sentirme incómodo, con el que podría hablar de cualquier cosa, del que no me quiero desprender por nada que ocurra.
Y es posible que seamos muy herméticos y que nos cueste contar lo que nos ocurre porque no queramos preocupar a los demás, porque pensemos que nuestros problemas son nuestros o por cualquier otra razón... pero quiero cumplir ese pacto que ayer hicimos, aunque sea poco a poco, aunque no pueda prometer que funcione,... pero estoy dispuesto a arriesgarme y salir un poco de mi máscara contigo.
De la misma forma que espero que tú lo hagas conmigo.
De la misma forma que espero que tú lo hagas conmigo.
Sólo me falta decirte dos cosas: eres un gilipollas... pero te quiero muchísimo (de los de verdad, de los que me dolería mucho perderte)
PD. Sé que es una moñada maricona de mierda pero, a veces, necesito escribir estas cosas. Como ya te he dicho muchas veces (y es que me repito más que la cebolla), nunca está de más agradecer las cosas, ni que te digan "te quiero" aunque sea para recordártelo.
Siempre andas pensando en los abrazos, en la gente, en cómo la gente te levanta.
ResponderEliminarÉso es un apoyo esencial, pero no lo olvides: si quieres ser realmente grande, aprende a levantarte tú mismo.
El día que no necesites que nadie lo haga, será cuando más preparado estés para sonreír de verdad.
Es mi pequeño consejo :)
Un bsin