Érase una vez, o quizá no, un hombre que se despertó flotando en la nada.
Deseó poner los pies sobre tierra firme. Y el suelo surgió y se posó suavemente sobre él.
Deseó que ese suelo tuviese hierba, le gustaba sentir la hierba bajo sus pies. Y, como por arte de magia, las briznas fueron surgiendo poco a poco.
Entonces, deseó no estar desnudo, quiso que le cubriesen las prendas más sedosas que pudieran existir. Y así fue.
Después, pensó que quería una casa, un lugar donde relajarse y poder sentarse a disfrutar de todo lo que estaba creando. Y un palacio surgió frente a él, con los mayores lujos y comodidades que se había imaginado.
Y tuvo hambre por lo que pensó en comida. Una mesa apareció con suculentos manjares, las mayores creaciones culinarias de todas las culturas se mostraban en esa mesa.
Y luego deseó sexo. Aparecieron mujeres de todas las regiones: occidentales, chinas, africanas y nórdicas. Celebraba tríos durante la tarde y orgías por la noche. Se cansó y probó con los hombres. Después con los niños y con los animales.
Cuando se aburrió, intentó mezclar el sexo con comida. Pelirrojas con helado. Poetas ingleses con chocolate.
Y también de ésto se cansó. Todo lo que deseaba, se cumplía. Los días se hicieron interminables. Pensar en nuevas ideas se convirtió en algo rutinario y aburrido. Cualquier deseo que se le ocurría le era concedido. Harto como estaba, gritó:
- Dios de este lugar: te agradezco tu generosidad pero no quiero permanecer más tiempo aquí. Preferiría estar en cualquier otro lugar. Preferiría estar en el infierno.
Y una voz le replicó desde arriba:
- ¿Y dónde te crees que estás?
Tengo el deseo de explicar lo que me hace sentir este cuento. Pero prefiero que hagais el esfuerzo de entenderlo, ¿no?
No quiero vivir en ese infierno. Prefiero que las cosas sigan simplemente al alcance de mi mano y no encerradas en mi puño.
ResponderEliminarMuchas gracias Gran Hombre. Por esto y por aquello. Y Por Todo.