13 enero 2011

DESEO CONCEDIDO

Érase una vez, o quizá no, un hombre que se despertó flotando en la nada.
Deseó poner los pies sobre tierra firme. Y el suelo surgió y se posó suavemente sobre él.
Deseó que ese suelo tuviese hierba, le gustaba sentir la hierba bajo sus pies. Y, como por arte de magia, las briznas fueron surgiendo poco a poco.
Entonces, deseó no estar desnudo, quiso que le cubriesen las prendas más sedosas que pudieran existir. Y así fue.
Después, pensó que quería una casa, un lugar donde relajarse y poder sentarse a disfrutar de todo lo que estaba creando. Y un palacio surgió frente a él, con los mayores lujos y comodidades que se había imaginado.
Y tuvo hambre por lo que pensó en comida. Una mesa apareció con suculentos manjares, las mayores creaciones culinarias de todas las culturas se mostraban en esa mesa.
Y luego deseó sexo. Aparecieron mujeres de todas las regiones: occidentales, chinas, africanas y nórdicas. Celebraba tríos durante la tarde y orgías por la noche. Se cansó y probó con los hombres. Después con los niños y con los animales.
Cuando se aburrió, intentó mezclar el sexo con comida. Pelirrojas con helado. Poetas ingleses con chocolate.
Y también de ésto se cansó. Todo lo que deseaba, se cumplía. Los días se hicieron interminables. Pensar en nuevas ideas se convirtió en algo rutinario y aburrido. Cualquier deseo que se le ocurría le era concedido. Harto como estaba, gritó:
- Dios de este lugar: te agradezco tu generosidad pero no quiero permanecer más tiempo aquí. Preferiría estar en cualquier otro lugar. Preferiría estar en el infierno.
Y una voz le replicó desde arriba:
- ¿Y dónde te crees que estás?

Tengo el deseo de explicar lo que me hace sentir este cuento. Pero prefiero que hagais el esfuerzo de entenderlo, ¿no?

1 comentario:

  1. No quiero vivir en ese infierno. Prefiero que las cosas sigan simplemente al alcance de mi mano y no encerradas en mi puño.
    Muchas gracias Gran Hombre. Por esto y por aquello. Y Por Todo.

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