Tumbado en la cama, noto como te levantas sin decirme nada. Me das un beso en la mejilla y, aun con los ojos cerrados, siento que me observas con cariño. Cuando te has levantado, te veo sentado en el alfeizar de la ventana mirando al exterior. Procuro no hacer ruido al levantarme y te sorprendes cuando te abrazo por la cintura. Tus manos se encuentran con las mías y las pones sobre tu propio pecho, aún desnudo. Una lágrima se desliza por tu mejilla y yo intento secarla con un beso. Me miras con los ojos llorosos sabiendo que éste es nuestro último amanecer juntos. Revuelvo tu pelo y apoyas tu cabeza sobre mi hombro. Me acaricias el cuello con tu boca y ahora es en mi rostro donde una lágrima corre. Tus labios se acercan pausadamente hacia los míos y nos fundimos en un beso. Es entonces cuando nuestras almas no se diferencian y se fusionan formando una sola. Acaricio tu espalda y mis manos recorren el conocido camino de tu columna. Nos separamos y nuestros ojos se encuentran. Ambos lloramos. Me abrazas y me aprietas contra ti. Quieres sentirme cerca y, casualmente, yo también lo deseo. Cuando tus ojos se convierten en lagunas, sales de la habitación. Me siento en la cama y pienso que ya nunca volveré a vivir este momento. Entierro mi cara entre mis brazos y decoro el suelo con gotas perfectamente circulares. Oigo la puerta cerrándose y salgo corriendo al descansillo. Cuando me asomo, tú ya no estás y me quedo arrodillado en el felpudo mirando una nota que hay sobre él. Tus letras se unen para dejarme tu último mensaje: “Es más difícil separar los labios tras el último beso que decir adiós pero no me atrevo. Te quiero”
Desde mi punto de vista, este es uno de los mejores textos que he escrito. Habrá más cuando encuentre a ese chico que me quiera. Sé que existe, pero quizá no haya llegado el momento. Hasta entonces, esperaré. La esperanza es lo último que se pierde.
este texto es genial.
ResponderEliminarTranqui. Llegará cuando tenga que llegar.
O quizá ya ha llegado